Si Nebraska hubiera ganado el Oscar, hubiera supuesto un
enorme Zas, en toda la boca a
Hollywood y la megalomanía de película como El Lobo de Wall Street, American
Hustle o Gravity. Nebraska es una
película sencillísima, y si bien se le puede achacar a Alexander Payne el uso del
blanco y negro para alimentar su espíritu indie, se le perdona porque Nebraska
es también una película preciosa, un encantador relato sobre la vida, la vejez
y la muerte. Poco más tengo que decir de esta película redonda, es una pequeña
maravilla que todo el mundo debería ver. Bueno, y que la banda sonora es
“robada”, pero no creo que importe, ¿no?
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