No sería justo comparar El Origen con El Amanecer porque
conceptualmente son dos películas muy distintas. Sin embargo, permitirme hacer
una distinción más allá del argumento de cada película. Donde El Origen era una
película original, atrevida, relativamente pequeña pero muy emocionante, su
secuela gana en espectacularidad (obviamente) y emoción, todo para tirarlo por
la borda en su segunda mitad.
La primera hora de la película avecina un conflicto entre
humanos y simios que realmente nadie quiere, pero es inevitable, con dos bandos
inclasificables en ningún extremo. Le tocaría al espectador decidir a cuál
apoyar, si es que puede decidirse. Esto provocaría una tensión constante y
situaciones que pondrían a los personajes al límite moral y físicamente. Una
escalada de tensión que se diluye a la mitad de la peli, con el establecimiento
claro de dos villanos simios y humanos. Un giro que en su mayor parte está bien
dirigido y se siente natural, pero que da al traste toda posibilidad de ese
conflicto gris que tan interesante que podría haber sido. Al final, todo se
reduce a un artificio de dimensiones colosales, pero un artificio al fin y al
cabo, de los de apagar el cerebro y ver explosiones. Es algo que molesta
especialmente en una película tan globalmente aclamada como esta, y con tanto
potencia. Así que al final, nos quedamos con un blockbuster genérico, con malos
y buenos distinguibles para un niño de seis años.
Una gran oportunidad perdida que, eso sí, es un espectáculo
de órdago. Los simios alcanzan un nuevo tope de magnificencia con un realismo
que asusta. Todo parece que Andy Serkis seguirá ninguneado por la Academia,
pero no creo que le importe: tiene todo el apoyo de crítica y público y un
talento interpretativo que lo colocan como una de las revelaciones del nuevo
Hollywood. Un lastre, eso sí, es verlo doblado, evitarlo si podéis.
Los simios son sin duda el punto más fuerte de la película,
el día que consigan ser los protagonistas absolutos vamos a estar ante una
función colosal. Mientras tanto, comparten plano con unos humanos que,
sorprendentemente, están a la altura de las circunstancias. Bueno, todos menos
Dreyfus, Dios Santo, qué desastre su personaje. No sé que me duele más, si ver a
un personaje con tanto potencial desaprovechado así, o que ese personaje sea el
gran Gary Oldman.
En resumen, una decepción considerable este Amanecer, más
por lo que no hace que por lo que hace mal, porque mal, lo que se dice mal, no
hay demasiado. Nada que no pueda mejorarse en la próxima entrega, que esperaré
como agua de mayo, eso sí. Porque, a pesar de todo, casi cincuenta años después
El Planeta de los Simios es una de las franquicias más interesantes y con más
futuro actualmente.
Por otra parte, vemos a un chimpancé sádico montado en
caballo con dos metralletas en cada mano saltando por encima de un tanque en
llamas. Sí, olvidad lo que he dicho, compráis el bol de palomitas más grande
que haya y disfrutad. Solo no penséis mucho a la salida, ¿vale?