jueves, 3 de enero de 2013

Crítica de El Hobbit: Un Viaje Inesperado




Es curioso cómo a la mayoría de los críticos no les convence El Hobbit, mientras que todos los fans la adoran. Ese extraño acontecimiento que unió a ambos colectivos hace once años con La Comunidad del Anillo no se ha vuelto a repetir esta vez. La principal razón de esto parece ser su excesiva duración, de casi tres horas. No puedo negar que es mucho. Pero que una película sea larga, no la hace mala. De hecho, nadie se quejó con esos 200 minutos de El Retorno del Rey. Entonces, ¿cuál es el problema aquí?




No se puede esperar lo mismo de una adaptación de El Señor de los Anillos, unas novelas de marcado tono épico destinadas a un público adulto que de El Hobbit, un cuento que Tolkien escribió para sus hijos sin siquiera ánimo de publicarlo. Convertir entonces un cuento en una monumental trilogía de nueve horas es un reto cuya megalomanía no parecía estar justificada. Pero Peter Jackson lo afronta, y aprovecha la ocasión para inventarse situaciones y personajes, ahondar en temas apenas mencionados en el libro y exagerar muchos momentos para llenar la película de espectáculo y lucimiento de su novedoso y tan polémico formato a 48 fps. La buena noticia es que lo hace estupendamente, a pesar de que la crítica en general diga lo contrario. Sí es cierto que algunas escenas como la aparición de Radagast o el encuentro de Gandalf, Elrond, Saruman y Galadriel en Rivendel están fuera de lugar y no hacen avanzar la trama, pero estoy seguro de que su aparición no es capricho, y serán importantes para alguna trama secundaria de alguna de sus secuelas. Seguro de que nos depararán muchas sorpresas, especialmente la tercera, Partida y Regreso, que ya se ha adelantado que servirá como nexo de unión entre El Hobbit y El Señor de los Anillos.



Por tanto, creo que se está siendo algo injusto con El Hobbit. Era prácticamente imposible alcanzar las mismas cotas de grandilocuencia que ESDLA solamente porque la base del libro no daba para mucho más, y aún así esta primera parte de El Hobbit es puro disfrute de principio a fin. La Tierra Media de Jackson ya no sorprende, pero sigue siendo igual de impresionante esos planos aéreos de Nueva Zelanda con esa música que mezcla los maravillosos temas ya conocidos con algunos nuevos geniales. No es algo que no nos suene, es verdad, pero es un auténtico placer y una experiencia audiovisual incomparable. Además de la mejor forma de lucir un 3D y un nuevo formato que realmente ensalzan la experiencia  en gran medida.



El tema de los 48 fps tampoco ha causado demasiada sensación. De hecho lo que más se ha oído sobre el tema es que es molesto, extraño e innecesario. A mi me ha encantado. Por si no lo conocéis, 48 fps son 48 fotogramas por segundo, es decir, que en un segundo se bombardea a nuestros ojos con el doble de imágenes que lo habitual (24fps). Si bien resulta algo extraño, no puedo negar que me ha encantado. Es casi como si estuviera acelerado, con movimientos extrañamente fluidos. Por supuesto eso depende del paladar (o la retina) de cada espectador, pero yo lo encontré asombroso, además de ayudar a resaltar uno de los 3D más logrados que he visto nunca. ¿Llegará a convertirse en el nuevo formato referente de la industria? Yo creo que no, y si lo hace le llevará mucho tiempo.  El nuevo formato es caro, tanto para las productoras que necesitan nuevas cámaras capaces de grabar en este formato, como para los cines, que tienen que cambiar sus proyectores, y para el espectador, que tendrá que pagar un plus, por lo menos de momento. Tampoco ensalzaría  esto a una película sencilla, hasta el punto de perjudicarla (le haría menos creíble, menos cercana). Pero en superproducciones como esta puede tener mucho que decir.



Quizás tiene un ritmo algo irregular, pero Un Viaje Inesperado es muy entretenida, divertida y con momentos sorprendentes. A los amantes de la obra de Tolkien no les defraudará. Al resto puede que se les haga algo larga, pero indudablemente pasarán un gran rato disfrutando del talento de Peter Jackson. Una gran adaptación a la altura de las expectativas. 

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