Bane puede ser muy malo, y el peor enemigo al que se haya
enfrentado jamás Batman. Pero, el mayor enemigo de The Dark Knigt Rises (su traducción
al español es absurda, y prefiero llamarla TDKR) no es el mercenario
enmascarado, por mucho que se empeñe en destruir Gotham. Por muchas flexiones
que haga, el Bruce Wayne de TDKR, el
hombre que lleva 8 años en la sombra destrozado por la muerte de su amada,
pierde al enfrentarse al Batman que vimos hace 4 años perdiendo la cabeza ante
el mejor actor de la historia. Y Bane podrá pegar muy fuerte, pero caerá ante
los trucos de magia del Joker del inmortal Heath Ledger.
Así son las cosas. Por mucho que lo intentemos, es
prácticamente imposible ir a ver TDKR sin recordar aquella explosión de
brillantez sin precedentes que resultó ser El Caballero Oscuro. “O mueres como
un héroe, o vives lo suficiente como para verte convertido en un villano”. Si
TDKR nunca hubiese existido, El Caballero Oscuro habría muerto como un héroe.
TDKR es la secuela que El Caballero Oscuro necesita, pero no la que se merece.
Bueno, dejándome ya de metáforas, vamos a analizar el caso. A
Batman le apuñalan, le rompen la espalda, le llevan a la quiebra. Pero Bane
nunca consigue llevarle al límite y sacarle lo más profundo como lo hizo el
Joker. Tom Hardy da vida a un villano potente y brutal, pero que es como un
niño con esteroides comparado con el elegante genio que creó Ledger.
El plantel de secundarios también es irregular. Por un lado,
Michael Caine está mejor que nunca lo ha estado en toda la trilogía, Joseph
Gordon-Levitt es la revelación de la película y Anne Hathaway es la gran
sorpresa con una Catwoman perfecta, el personaje más interesante de la película,
que pide más protagonismo a gritos. Sin embargo, luego tenemos a una Marion
Cotillard con un papel forzadísimo, un malvado empresario encarnado por Ben
Mendelsohn que podría haber dado más de sí y a un Morgan Freeman más anecdótico
que nunca.
Y eso nos lleva a una conclusión que supone una decepción
con las expectativas que se habían creado. Durante los dos últimos minutos
busqué en lo más profundo algo que me emocionara de la forma que lo hizo El
Caballero Oscuro, me obligué a repetir las sensaciones que tuve hace cuatro
años, pero no las encontré. Y la trilogía que mejores momentos me ha dado y que
con más ansias he esperado, se acababa para siempre. Fin.
Pero, pensando con perspectiva, TDKR está muy, muy lejos de
ser una completa decepción. Si, claro que no está a la altura de El Caballero
Oscuro, pero no por ello hay que despreciarla, todo lo contrario. TDKR alcanza
cotas de espectacularidad nunca antes vistas. Escenas de acción brillantes, de
las que sobresale el conflicto del avión del prólogo que deja sin respiración.
La trama tarda mucho en arrancar, pero cuando lo hace, resulta en una muy
interesante idea que alcanza un clímax monumental (a pesar de su descafeinado
final). Incluso en los momentos más flojos de la película, se aprecia esa mano
maestra de Nolan, unida al empleo masivo de la banda sonora de Hans Zimmer, que
crea un ritmo trepidante y sin altibajos durante casi tres horas, una proeza al
alcanza de muy pocos.
Así que, desde esa perspectiva, TDKR es un entretenimiento
monstruoso como ninguna otra película del verano. Entonces, ¿por qué soy tan
duro con ella? Porque estaba mal acostumbrado, mal acostumbrado a un guión
inteligente y sin fisuras, a situaciones límite, a personajes pulidos por todos
los lados, a toda la perfección que nos brindó El Caballero Oscuro. Pero aquello
fue algo irrepetible, y si queremos recordarlo como algo especial, quizás sea
mejor que lo siga siendo. Sí, quizás sea esa la clave para ver TDKR: olvidarse
de todo lo anterior, entrar al cine con ganas de pasarlo bien y disfrutar con
otra clase maestra de entretenimiento marca Nolan. Seguro que no me vuelve a
defraudar.
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